domingo, 27 de diciembre de 2009

Eugenita

La llevo a conversar y comer un postre con café - su pasatiempo favorito - y la música de fondo en el 4D de Salaverry es “I will survive” de Donna Summer.

Si tuviera que describirla, utilizaría connotaciones como, pie de manzana con una bola de helado de vainilla, café americano recién pasado y música. Ah, y una más, claro, zapatos taco número nueve aguja.

Eugenita, como la llamamos mi hermano Antonio y yo, es mi madre, y bueno, cuál sería la razón para entrevistarla, o más bien, quizás la pregunta sea ¿quién entrevista a su madre?, a no ser que ésta sea Madonna o Benazir Butto. Pero la razón es que soy una curiosa y admiradora de las relaciones madre-hija. De alguna manera me gusta creer que definen parte de quiénes somos, y de lo que llegamos a ser. Y además, la idea de este blog es conversar con mujeres que yo admiro y que me agradan, y mi madre, es la mujer que más admiro y que más me agrada.
Lo primero que le pregunto es que cómo sobrevivió a su madre, y me dice que rezando mucho.

- Pucha Euge, me olvidé de encender la grabadora y se han perdido esas primeras confesiones que me hiciste – y me sale con que:

- ¡Ay hijita, no me hagas repetir lo que ya te dije ah, porque ya no me acuerdo!

Así es Eugenita, de corta memoria para los eventos inmediatos, y también para los eventos pasados, sobre todo los desafortunados, de los que sólo rescata lo que aprendió de ellos y que no volverán más. Otras veces dice una cosa por otra, como la Chimotrufia, solo que en una versión super sexy, pero lo dice con tanta convicción que es imposible no estallar en ataques de risa y ternura, claro, con alguito de desesperación también porque “¡Ay mami por favor! ¡No te pases!, ¡concéntrate!, piensa bien lo que vas a decir, ¡coordina!”.
- ¿En qué crees que te pareces a tu mamá? - le pregunto.

- Bueno, no. Es que tú tendrías que decirme a mí, si me parezco a mi mamá o no, porque yo no sé si me parezco a mi madre o no.

- ¡Uy! – pienso yo, te voy a generar sentimientos encontrados..Pero igual le digo:

- Bueno Euge, por ejemplo ahora que no vivimos juntas y me escribes tus correos electrónicos mandándome mensajes bíblicos o me hablas de dios, la verdad, ¡me asustas tía!, me has sacado un tufillo a fanatismo religioso de la abuela que me pone la piel de gallina.

Se ataca de la risa y me dice:

- Pero no, no, no. O sea, sí, me gusta ir a la Iglesia, y bueno, de repente será como que ella me ha inculcado el miedo a dios o al diablo, eso me ha traumado...

- O sea, vas a la Iglesia por miedo.

- No, no. Nunca voy por miedo...de repente en el fondo sí, bueno, es algo que yo también necesito. Y bueno, siempre hablo y converso, "diosito si quieres que esto me pase, que me suceda, que sea tu voluntad y no la mía", y cuando las cosas no salen como yo quiero, bueno me frustro, pero luego pienso, "bueno diosito será porque no quieres ¿no?". Pero tampoco soy cucufata. No voy a celebrar el día de la virgen de no se cuántos...pero yo nomás voy los domingos a mi misa por que me gusta.

- Ah si tu pregunta, ya, ¿en qué me parezco a mi madre? En que soy muy ordenada de repente...pero no sé en qué cosa me parezco a mi madre...a ver tú dime, ¿en qué me parezco?

- O.k, una más...Bueno, cuando nos repites las cosas ochenta veces por ejemplo...

- Bueno, eso ya por la edad, jajaja.

- O cuando nos pones notitas en el refrigerador con lapicero rojo y en mayúsculas, o al costado de algo que dejamos desordenado o sin lavar, igualito que la abuela hacía contigo y las tías.

- Bueno, eso es porque de repente ustedes no han estado en ese momento y para no olvidarme lo que les quería decir lo dejo pegado con postits o con papeles en el refrigerador. Pero bueno, esa es una manera de comunicación ¿no?, porque de repente yo me olvido y se me pasa, y prefiero entonces ponerlo, para que de acá a cinco horas cuando tengas que leer ese mensaje con letras grandes sepas que hace 5 horas no te vi, pero eso es lo que yo pensaba...

- O lo que querías gritarnos, jajajaja, porque escribes en minúsculas y también en mayúsculas y con plumón rojo y aprendimos que eso marcaba la pauta para adivinar tu estado de ánimo.

- María Eugenia, le digo. No has venido de visita precisamente. Has venido a visitar a tus padres por un par de semanas. Tu padre está llevando un tratamiento de quimioterapia. Háblame de tu padre.

- Uy, mi papi siempre fue un ogro.

- ¿Y qué sentimientos tienes hoy, frente a ese recuerdo de ogro vs. su fragilidad actual?

- Bueno siento pena de verlo frágil, de lo otro, no me acuerdo, es como que yo tengo un bloqueo.

- ¿Qué recuerdas de tu vida familiar?

- Mmm...mi papi paraba viajando en realidad, mis padres no eran amigos...eran roles, padre, madre, hijos, comida...cuando mi padre estaba de viaje, mi mami se ponía melancólica y ponía sus discos de boleros y tangos, y a veces lloraba, y bueno, yo le preguntaba, la escuchaba y la acompañaba.

En mi familia siempre bromeamos cuando mis tías y yo queremos molestar a mis abuelos sobre su favoritismo por alguna de sus hijas, siempre con humor negro decimos “Tu hijita Eugenita pues”, “Tu primo-Eugénita”. Dudo mucho que mis abuelos tengan una hija predilecta, pero más bien mi madre fue la hija que nunca contradijo a sus padres, sobre todo a su madre, siempre obedeció, soportó el acecho de mi abuela, quien en aras de proteger a sus hijas y librarlas de “todo mal”, las seguía, las perseguía, leía sus diarios, las interrogaba, botaba a las amistades que le parecían “peligrosas”, etc., hasta el momento en que Eugenita conoció a un joven de muy mala reputación y totalmente ateo, se embarazó feliz, pero “sin darse cuenta”, como lo hacen las vírgenes de la historia, y se casó con la ilusión de una diva, creyendo conquistar su libertad, con el paquete plus de un hogar fundado por ella.

- Y entonces Eugenita, ¿cuál era tu sueño, qué diferencia querías realizar cuando tú formases tu propia familia? ¿Porque tú querías formar una familia no es así?

- Que mi esposo fuese mi amigo, compartir, ser así como mi mamá pues, es decir que los dos trabajásemos, o yo estar en la casa, ver por los chicos, en fin. Pero también eso de esperar que los hombres hagan las cosas que les correspondía...pero nunca las hicieron, y entonces yo siempre esperaba...porque si yo hacia todo, no pues. Entonces yo pensaba, ¡qué tal raza!, yo siempre voy a hacer todo y él lo va a tener todo fácil.

Recuerdo que el año pasado, cuando la visité en Washington, ella, mi hermano Antonio y yo, hicimos una memorable visita a una cercana amiga peruana y terminamos acabándonos un licor guatemalteco, celebrando mucho y divirtiéndonos mucho...esa misma noche, medio en broma, medio en serio, le pregunté que qué le había visto a mi padre, y sin dejarla responder, le dije que lo que le había visto era el camaro rojo y que no había más para verle. Ella no lo negó, y se mató de la risa. Luego Antonio le preguntó lo mismo, pero respecto a su padre. Y nuevamente, yo misma me adelanté a decir que con el divorcio de mi padre estaba ya tan des-autoestimada que se enamoró de las palabras...de todo lo que quería escuchar, y que en años nadie le había dicho.

- Volviendo al modelo familiar, desde tus vivencias de hogar, ¿qué cosas te dijiste a ti misma que no llevarías a tus matrimonio, que de ninguna manera repetirías?

- Ah, por ejemplo la agresividad de mi padre, o sea que cuando se enfurecía se ponía como un ogro.

Lo primero que pienso dentro mío es en la representación que siempre tuve de mi propio padre, quien para mí, era el mismísimo cuco.

- También el hecho que mi madre siempre nos acusaba con él, y nos hacia perder la confianza en ella...y yo me decía que yo no iba a ser así, que yo iba a ser amiga de mis hijos – continúa Eugenita.

- La mayoría de tus amigas se casaron, tuvieron hijos y se dedicaron a su hogar. Era ese tu sueño también Euge, ¿ser como Susanita, con casita, hijitos, esposo?

- Sí, desde el colegio nos formaban para eso, para formar hogares, y en un principio, los primeros años, fui muy feliz. A mis 20’s ya estaba casada y era una mamá total, con dos hijos. Asumí ser mamá, tener la responsabilidad, de engreír, de cambiar, de alimentar, de jugar, esa era mi preocupación. Sacarlos a pasear, entretenerlos, contratar una empleada para que me ayude y yo pueda seguir trabajando...para mi un niño siempre tenia que tener actividades, bueno, supongo que como mi mami siempre nos matriculó en otras actividades cuando estábamos de vacaciones o fuera del colegio, eso me pareció bueno a mí también.

Ha habido dos oportunidades en las que le hice la misma pregunta, y su respuesta las dos veces, fue la misma: Si tuvieras la oportunidad de volver a vivir tu vida, que cosas no repetirías o borrarías, y que conservarías?

- Sí, habrían varias cosas que no volvería a hacer, pero siempre escogería tenerlos de nuevo a cada uno de ustedes tres.

- ¿Y de tus matrimonios?

- Yo no me fijo en lo que haya dejado atrás. Pero bueno, me estás preguntando también por mis divorcios, y bueno, me fue más difícil dejar atrás mi segundo matrimonio...la separación me trajo por lo menos un año de cuestionarme, si había hecho mal o bien. Fue difícil llegar al momento en que te piden explicaciones. Cuando me piden explicaciones me pongo bruta, me bloqueo, no quiero explicar más, me quedo muda...quizás por miedo y por no herir sentimientos. Y bueno, quizás porque ya en otras oportunidades les había dicho lo que yo consideraba que no marchaba...y como sabía que luego de tanto tiempo, no iban a cambiar...ya para que dar más explicaciones, entonces pierdo mi tiempo, mejor ya no digo nada.

- ¿Qué opinas de la idea de que por el bien y la estabilidad emocional de los hijos, por su futuro, es mejor no divorciarse?
- Ah no mamita no, porque yo iba a terminar frustrada, no yo ya no estaba para eso, yo no creo en eso.

- Pero, ¿no tuviste dudas al criar a tus hijos “on your own”?

- No me ha dado miedo ah. No me ha dado miedo porque yo he hecho, yo asumí el doble papel, de mamá-papá...

- Ya pero tuviste dos hijos hombres, como manejaste el tema de la sexualidad por ejemplo?

- Bueno, para eso también estaba el colegio ¿no? Yo me compré un libro de sexualidad básico. En ese aspecto nunca he tenido problemas. Si me preguntaban, trataba de responder en base a ello, y bueno, menos mal no me preguntaban mucho tampoco. Y bueno con Antonio de repente he conversado más, o le he dicho cosas como advirtiéndole, cuando lo veía que andaba ilusionadito con alguien, le advertía.

Mi abuelito no ha sanado del todo, le faltan varias sesiones de quimio aún, pero las dos semanas en las que luego de muuuuchos años, mi madre volvió a vivir con sus padres, y ser “hija” nuevamente, mi abuelito comió de todo, engordó y disfrutó feliz de tortitas, tallarines verdes, cremitas de zapallo y zanahoria, almendras con pasitas, mazamorritas, y sobre todo de conversación tras conversación y ante mis ojos, mis abuelos dejaron de ser los padres de mi madre, para convertirse voluntariamente en los hijos de mi madre, una madre paciente, que pocas veces se enoja, respeta las excentricidades de cada quien, comprende y engríe. Una madre que siempre se encarga de que vivamos en un lugar bonito, limpio ordenadísimo, con plantitas, con aromaterapia y música, y con postres que siempre preparaba, como si cualquier pena o carencia pudiese ser confortada o combatida con algo rico, o con calor de hogar, o con la belleza de su sonrisa. Si fuese rubia, bien podría ser una variación del ícono Betty Crocker, pero eso sí, nunca una desperate housewife, quizás claro porque hoy no tiene marido que la ponga desperate, pero sobre todo porque nunca la vi desperate, excepto cuando alguno de sus hijos les salía sangre de algún lado por alguna travesura. La he visto cruzar corriendo la cancha del estadio de San Isidro para sacar en una carretilla de jardinero, por no esperar más al ambulancia, a mi hermano Antonio y llevarlo a la clínica cuando se rompió el fémur. La he visto llorar cuando amigas muy queridas han pasado por la terrible pérdida o accidente de un hijo, quizás porque ella podía sentirlo en sus propia carne, y también he visto el horror en su mirada la única vez que por una noche de juerga, no regresé hasta el día siguiente...pensé que me iba a matar, pero me abrazó y rompió en llanto.

Hablemos ahora del presente Eugenita.

- ¿Cuál fue tu principal motivación para hacerte una nueva vida en Washington?

- Tomar una nueva aventura, para cambiar de ambiente, de todo.

- Bueno, y tú eres consciente que muchas de tus amigas te admiran por eso, como si tú fueses una especie de proyección de los sueños que no se atreven a realizar.

- No lo sé, pero yo pensé, ¿qué puedo perder? De tantas me he levantado, ahora empezar, aprender, qué pierdes, las cosas son diferentes sí, pero...De hecho, no es lo mismo buscar un trabajo en tu ciudad, tú país, que en otro. Las dudas como si te tomarán, o no te tomarán, te desenvolverás igual en otro idioma, en fin.

- ¿Qué es lo que más valoras mas de ese cambio?

- Tranquilidad. Bueno ahora que he venido de visita a Lima, de nuevo me estoy acostumbrando al caos, al tráfico de locos, a que te digan que puedes recoger algo en tal fecha y cuando vas, sin problema alguno te dicen que no está listo aún, a pesar que te habían dado su palabra.

- Ya pero de tu vida en particular, ¿qué es lo que más valoras ahora?

- Ah...bueno, el no tener a un hombre al lado, a esa tranquilidad, que no me llamen, que no insistan.

- Te refieres a tu libertad total, a tu independencia y autonomía...Pero y ¿quién te cambia los focos? ¿Eso no es acaso una desventaja también?
- Ja, ja, ja...Bueno, si, porque tu hermano Antonio tampoco sabe cambiar focos.

- ¿Te has sentido sola?

- No, nunca. Ahora, el hecho de estar en un país distinto, hace que sea consciente de que soy yo la que aprende por mis propias experiencias e intuiciones. Aunque bueno, nunca estás sola-sola. Ya ha habido personas, amigas que llegaron antes que yo. Como son tus amigas, te orientan, te ayudan, y bueno, luego llegó tu hermano Antonio. Yo no me siento sola. Nunca estás sola, ahora, ya no existen los temores ni las inseguridades de antes. Mi vida ahora es tranquila. Tengo amigas divorciadas, o solteras mayores o hasta mucho menores que yo, felices y satisfechas, así como casadas totalmente autónomas e independientes.

Eso es cierto. La casa de mi madre pocas veces esta vacía, siempre rodeada de amigas, o esperando que alguien llegue de visita, o ella llena de actividades, entre las propias de su trabajo, y las de su voluntariado para enseñar inglés a familias migrantes y organizar celebraciones por días festivos, o yendo a visitar a alguna amiga cercana, o siplemente quedándose en casa, siempre con su litro de helado, o de frutas o chocolatoso, en invierno o en verano y viendo una buena película o limpiando ochenta veces su casa para dejarla reluciente.

- Hablemos ahora de ti, de tu esencia femenina o de tu feminidad.

- Uy mi reina, ¿yo femenina? Ya...

- Pero bueno Euge, no te me vengas a hacer que no eres femenina ni coqueta...¿quieres saber como te veía yo? Un par de veces, luego de mirarme al espejo llegué a pensar que era adoptada. Era difícil entender por qué michi no me podía parecer a ti, yo no me sé maquillar, no sé caminar en taco aguja, no uso vestidos, ni faldas, ni carteras, ni ropa sexy, encima no sé bailar, jajaja.

- Pero si todos ven que tú eres igualita a mi.

...

- Bueno, mi mamá jamás me iba a dejar que me maquille...pero cuando yo comencé a trabajar, habían chicas mayores, que yo veía regias, así que conforme cobraba mi sueldo, empezaba a comprarme maquillaje, ropa, tacos, carteras. Es algo que te nace...a mi nadie me enseñó a vestirme o maquillarme. Siempre me han gustado los perfumes, las cositas...si yo tuviera mas dinero me daría el lujo de comprarme pura crema Lancome o Estée Lauder e irme a la peluquería frecuentemente y que me masajeen diariamente.

- ¿Qué anhelas ahora Eugenita?

- Tener más plata mi amor, tener mas plata. Viajar más. Dejar de tener que trabajar para pagar casa y comida.

- Y ¿qué hay de una nueva pareja, un verdadero amor?

- Ay no mamita, no tengo ganas todavía de estarme poniendo sensual...no, no, no.

- ¿No te he gustado nadie en tanto tiempo?

- No, no. No me atrae nadie. ¿Por qué todos siempre me preguntan eso nomás? Creo que el corazón está muerto, no me hace puckyti - puckyti.

- Jajajaja. Me rió Euge, por la ironía de que ahora trabajes en una institución donde el 90% son hombres y no te haya gustado ni uno al menos. En realidad, lo que yo creo es que aún no ha aparecido la persona adecuada...

- Puede ser, pero por el momento no la busco tampoco.

- Y si tuvieses que escribirle una carta a tus hijos, ¿Qué les dirías?

- Que los amo mucho. Bueno, que me da pena no poder estar todos juntos, pero cada uno tiene también su vida. Todos tenemos que seguir nuestro camino. Mis padres nunca me explicaron como eran las relaciones de pareja. Yo he ido a ciegas. Siempre hice lo que mi pareja me enseñó, hasta que aprendí a hacer las cosas que yo deseaba hacer.